Desde que se empezaron a asentar las ciudades y la construcción comenzó a tomar un papel principal en el desarrollo de las mismas, el medioambiente ha sido el que más ha sufrido el impacto de las ganas de establecerse del ser humano. Por ciclos, la construcción no consideró relevante levantar proyectos que se insertaran de manera pacífica en los entornos naturales, por el contrario, se alteraron muchos suelos, ecosistemas y se generaron toneladas de escombros que terminaron contaminando predios y aguas. “En el curso final de la vida útil de la construcción, todos los materiales utilizados a menudo se convierten en escombros, es decir, que grandes cantidades (50%) se presentan en forma de materiales de desecho” (Lombera, 2010).