El Puerto de La Guaira

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El comercio exterior de Venezuela abarca una variada gama de facetas que, por su pertinencia e interés, constituye una inagotable fuente para la investigación en el campo de la historia económica. Tras el derrumbe del régimen colonial y la desaparición de las barreras legales para el comercio exterior, se abrieron en Venezuela nuevos horizontes para los negocios mercantiles que iban adquiriendo cada vez mayor dinamismo.

Por entonces, comenzaron a arribar barcos de las más diversas procedencias, por lo que en el futuro sería necesario emprender transformaciones para adaptar la infraestructura portuaria a las exigencias de un intenso tráfico y a las nuevas características de los navíos con mayor tonelaje.

El puerto de La Guaira y Caracas, ciudad capital de la República, pasaron a ser así los principales focos de atracción para los negociantes procedentes del exterior.

Un rasgo peculiar caracteriza a La Guaira: se trata de un puerto que está separado de la ciudad que le da vida, Caracas, la cual está situada a 26 kilómetros de distancia. Entre ambas localidades, en estrecha interrelación funcional desde hace más de cuatro siglos, se levanta una barrera montañosa atravesada en tiempos coloniales por sinuosos caminos de recuas, a partir de 1845 por un camino carretero y por un ferrocarril desde 1883. Ya en pleno siglo xx una moderna autopista une a la ciudad de Caracas con el puerto.

Tomando en cuenta la importancia de La Guaira en el flujo comercial, especialmente en materia de importaciones, gracias a su proximidad de los centros urbanos más poblados, la modernización de su infraestructura portuaria se convirtió en un objetivo primordial para agilizar el movimiento mercantil y reducir los costos de distribución.

Asimismo, fue de gran significación la incorporación de avances en materia de transporte y comunicaciones que hicieran posible la rápida conexión del puerto con la capital de la república, hecho que habría de redundar en la intensificación de las relaciones mercantiles. Sin embargo, debido a insuficiencias presupuestarias, esas transformaciones fueron muy lentas a lo largo del siglo xix.

Precisamente, el objetivo principal de esta investigación se centra en el estudio del proceso de modernización tanto de la infraestructura portuaria de La Guaira como de los adelantos que en materia de comunicaciones se establecieron entre el puerto y la ciudad de Caracas.

Fuentes diversas sustentan la presente investigación. Es menester destacar el aporte de materiales bibliográficos generales, así como también de las publicaciones de los ministerios de Fomento y Obras Públicas, a lo que se agrega la revisión de la prensa de la época que nos ha permitido reconstruir diversos aspectos de la vida económica.

DESDE LOS TIEMPOS COLONIALES HASTA LA INDEPENDENCIA

La Cordillera del Litoral, que separa Caracas de La Guaira, alcanza los 2.640 metros en el pico denominado Silla de Caracas y una altura máxima de 2.765 metros en el cerro Naiguatá. Los cronistas afirman que La Guaira fue fundada un 29 de junio de 1589, aunque se carece de documentos para respaldar tal aseveración.

En breve tiempo, sus pobladores se vieron sometidos a las amenazas de corsarios y piratas que merodeaban las costas del Caribe, razón por la cual debieron instalarse piezas de artillería y fuertes para la defensa de la plaza, así como también muros para su protección. De allí que los primeros trabajos se concentraron en las fortificaciones del puerto y en la vigilancia de las vías de acceso a Caracas.

Desde su fundación, La Guaira se caracterizó por ser una incómoda rada que, debido a los inclementes vientos y corrientes marinas, no prestaba abrigo a los barcos, con las consiguientes dificultades para la carga y descarga de mercancías y el traslado de los pasajeros.

La ausencia de un muelle adecuado obligaba a que las lanchas anclaran «… a más de 60 varas en mar afuera, de donde los grumetes traen a tierra las mercancías, o las embarcan, lo que no se puede hacer, sin que las dichas mercancías se mojen, porque las olas son tan fuertes que pasan hasta sobre la cabeza de los grumetes». Esta breve descripción es un claro indicio de las pésimas condiciones en que se encontraba el puerto.

Un ataque inglés en 1739 demostró la necesidad de instalar fortificaciones de mayor envergadura en el sitio, lo que condujo a prestar más atención a los problemas de la defensa y a desestimar el adelanto de obras de infraestructura portuaria destinadas a la carga y descarga de mercancías.

En 1785 se llevaron a cabo trabajos en el muelle mediante un «revestimiento de mampostería de cincuenta y siete y media de largo, y tres de ancho», en reemplazo del viejo muelle de piedra, a lo que se sumó el arreglo del camino que partía de la Puerta de Caracas.

Sin embargo, tales mejoras tenían escasa duración y los muelles debían ser constantemente reparados ya que no resistían el fuerte oleaje que, además, impedía que los navíos se aproximaran a la costa. A diferencia de Puerto Cabello que tenía una tranquila ensenada en la que podían fondear los barcos con toda calma, La Guaira ofrecía serios inconvenientes para los arribos y las partidas de los barcos.

A fines del siglo xviii, la población de La Guaira alcanzaba apenas a 8.000 habitantes en los que estaban incluidos 800 integrantes de la guarnición militar que atendía las fortificaciones y baterías de defensa. Los buques seguían fondeando a cierta distancia de la playa en lugares cuyo lecho de arena blanca permitía que el ancla se hundiera con facilidad.

A pesar de tales trastornos, a través de sus muelles se movilizaban significativos volúmenes de cacao, tabaco y añil. Entre 1793 y 1797, ese puerto concentró el 94,3% de las exportaciones de la Capitanía General de Venezuela. La distribución porcentual de los artículos exportados era la siguiente: el cacao representaba el 62,2%; el añil, el 20,9%; el tabaco, el 10,3%; el algodón, el 2,8% y el café, el 1,6%.

Las exportaciones se dirigían en su mayor parte a la Metrópoli y, a fines de la centuria, también a varias islas del Caribe y los Estados Unidos a raíz de la paralización del tráfico con España por las recurrentes guerras europeas. Entre los comerciantes destacaban los de origen vasco y los oriundos de las Islas Canarias.

Con el inicio de la Primera República ingresaron algunos comerciantes extranjeros que luego abandonaron el país en medio del fragor de las guerras, a lo que se sumó el devastador terremoto de abril de 1812. Miles fueron los muertos y desaparecidos, al tiempo que la mayor parte de las viviendas y negocios quedaron destruidos.

Tales fueron los efectos del desastre natural que se pensó incluso en trasladar el puerto a otro sitio más apropiado, pero el proyecto no se concretó por la resistencia de algunos comerciantes.

Al igual que buena parte del territorio nacional, La Guaira fue escenario de las cruentas luchas por la independencia. Bloqueos y desembarcos de tropas constituyeron eventos de la vida cotidiana a lo largo de la prolongada guerra. Tras el triunfo de la causa republicana, el comercio exterior se estructuró en torno a un nutrido grupo de compañías extranjeras establecidas en los puertos de mayor importancia.

La Guaira y Caracas pasaron a ser así en los principales focos de atracción para los comerciantes procedentes de Europa y los Estados Unidos. Aunque en menor número, una tendencia semejante se manifestó en Puerto Cabello, Maracaibo, Carúpano, Cumaná y Coro.

Las casas de comercio, localizadas en puntos estratégicos, se especializaron en la exportación de materias primas agrícolas a la vez que se encargaban de la introducción de mercancías.

Artículo fuente: https://books.openedition.org/cvz/246?lang=es#tocfrom1n2

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