La aceleración que ha imprimido la crisis sanitaria al comercio electrónico está conduciendo a la logística hacia nuevas áreas de negocio relacionadas con servicios de valor añadido asociados al uso intensivo de las nuevas tecnologías que hacen las empresas del sector.
Así, por ejemplo, lo reflejan dos experiencias recientes que parecen marcar un nuevo camino y que abren las instalaciones para el reparto de paquetería en establecimientos propios o en puntos de conveniencia a nuevos servicios, especialmente administrativos y de gestión de cobros y pagos.
En concreto, hace unos días Logista ha cerrado un acuerdo para empezar a ofrecer, a través de su filial Logista Payments, el pago de recibos no domiciliados de Endesa a través de estancos situados en toda España.
La iniciativa se irá implantando de manera progresiva a lo largo de los próximos meses y permitirá incrementar las alternativas de pago para los clientes de Endesa más allá de las redes existentes en la actualidad para el pago en ventanilla, y de la domiciliación, el pago online, a través de aplicaciones móviles o por teléfono.
En paralelo, Correos también ha empezado a hacer algo similar, aunque a mayor escala, aprovechando su tupida red de oficinas, mejorando, además, su capacidad para ofrecer servicios adicionales en zonas rurales.
De este modo, el operador postal público busca una salida que le permita sobrevivir a la práctica desaparición del negocio postal y colocarse en buena posición para poder competir en un mercado en profunda transformación.
Ambas iniciativas parecen querer aprovechar la tendencia existente en el sector bancario a la reducción de oficinas, para asumir funciones que se han venido realizando tradicionalmente en estas insalaciones.
Esta tendencia a desbordar el ámbito de lo que es la actividad logística pura parece una evolución natural en respuesta a los cambios que se están produciendo en los hábitos de consumo y a la creciente tendencia hacia la omnicanalidad en diversos ámbitos.
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